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domingo, 13 de noviembre de 2011

Premio Escolar


PREMIO ESCOLAR
La mamá de mi mamá
Blanca Hernandez Alcazar

Soy Blanca. Tengo trece años y estudio 3º de ESO. Vivo en Madrid y desde siempre me ha gustado escribir. Me encanta ir de compras, salir con mis amigas, ir al cine, leer y sobretodo viajar. Estudio música en un Conservatorio y también me gusta jugar al tenis. Fueron los padres de una amiga los que me animaron a participar en el certamen. Me gusta el diseño y las artes y me gustaría estudiar algo relacionado con esto, como Arquitectura.
 
LA MAMÁ DE MI MAMÁ
Querida Abuelita:
Soy Mateo. ¿Qué tal estáis el abuelo y tú? Yo estoy muy bien, papá cada vez está más ocupado con sus cuentas y con todos esos papeles y mamá… Bueno, mamá está tan guapa como siempre, ya sabes, que para eso eres su mamá. Pero ahora le ha salido una arruguita en la frente, ¿te acuerdas de la arruguita que se le ponía cuando yo hacía alguna travesura? Pues ahora la tiene siempre. Y yo sé que no está enfadada, porque no he hecho nada. Me estoy portando muy bien y además la profe me ha regalado un libro de cuentos porque me he comportado bien dos semanas enteras. Sí abuela, no me han castigado ni una sola vez. Además, en el libro está el cuento que tú me leías cuando me dolía la tripa y no me podía dormir. ¡Cómo me gusta ese cuento!
Bueno, lo que te estaba contando, yo sé que no está enfadada, ni triste, ni le duele nada, que yo se lo he preguntado, pero la arruguita no se le va. Le he preguntado a papá pero dice que ella está bien, solo que está muy liada, y lo que siempre dice: “cosas de mayores, Mateo”. Odio que me digan eso abuela, que yo ya he cumplido siete años y además, Manolo el pescadero me dice lo grande que estoy cada vez que me ve. Yo ya soy mayor abuela, pero los demás mayores no se dan cuenta. Solo tú abuela. Bueno, y el abuelo. ¿Te acuerdas de cuando bebí sin querer de su cerveza? Tú te preocupaste mucho pero el dijo: “¡Qué más da! Ya es hora de que se haga un hombre”. Y entonces yo bebí otro sorbito sin que tú me vieras, y así, ya soy mayor.
Claro que yo ya sé que mamá está muy liada… ¡Si es que no para! Se va de casa muy prontito, cuando todavía es de noche. Me da un beso muy fuerte pero yo hago que sigo durmiendo. Se va siempre con su maletín y con todos sus papeles, ¡tiene más que papá! Desde eso del Ascenso (oí a mamá y papá cuando lo hablaban) no para de trabajar. Después papá me lleva al cole y se va él también a su oficina. ¡Cuánto trabaja todo el mundo, abuela! ¿Tú también trabajas?
Por la tarde, siempre siempre muy puntual viene a buscarme al cole y me lleva a casa. Me prepara la comida en un santiamén. A mí me gusta más la comida que tú me preparas, pero no se lo digas por
favor. Ella siempre la hace muy rápido, y casi nunca le da tiempo a comer conmigo. A lo mejor la arruguita es porque tiene hambre… Siempre se lleva un sándwich y se lo come por el camino. Yo me quedo haciendo la tarea que me ponen en el cole. Ahora tengo muchos deberes abuela, y son un rollo. Papá siempre llega cuando mamá acaba de irse, para que yo no me quede solo. Mira que yo digo que ya soy mayor pero siguen sin creérselo. Papá trae siempre el portátil y se pone a trabajar en la mesa del salón. Cuando es la hora de merendar,  él me prepara un bocadillo y hablamos un ratito mientras meriendo. Yo le cuento lo que he hecho en el cole y él me habla de algunas de sus cosas (las que no son “cosas de mayores”) Me ha contado muchas veces el día que os conoció. ¡Qué nervioso estaba! Pobrecito… Y cuando me tuvieron a mí. Me ha dicho que tú llegaste la primera. Yo no me acuerdo pero seguro que sí. Tú siempre estás en las cosas importantes. Como el cumpleaños de mamá, el año pasado. Fue muy divertido.  Ese día no tenía arruguita. Se le va de vez en cuando, cuando está muy feliz y se ríe mucho. Yo siempre intento hacer que se ría, sin arruguita está más guapa, creo yo.
Después de nuestras charlas, él sigue trabajando y yo me voy a jugar hasta que llega mamá. Cuando ella llega ya es de noche y los dos se ponen a preparar la cena, aunque siempre cocina mamá. Papá lo hace tan mal que mamá acaba siempre diciéndole que ya lo hace ella y entonces papá se echa a reír con esa risa tan profunda que tiene él y se sienta en la mesa a verla cocinar con una sonrisita que a mí me parece la mar de tonta, pero a mamá le encanta. Y a veces, en esos ratitos que pasan juntos, a mamá se le borra la arruguita.
Cenamos todos juntos en el salón y mamá abre las cortinas  rojas con flores que tanto me gustan. Muchas veces me sienta en sus rodillas y va señalando una a una todas las estrellas, diciéndome sus nombres. ¡Cuántas cosas sabe mamá! Me ha contado que todo eso se lo enseñó el abuelo.
Cenamos todas las cosas ricas que mamá prepara y después tengo que irme a dormir. Antes, cuando mamá no trabajaba tanto, antes de todo ese lío del Ascenso, ella se venía conmigo y se sentaba al borde de mi cama, en la colcha azul con estrellas y me contaba cuentos o anécdotas de cuando era pequeña. Pero ahora, dice que no tiene tiempo y que ya soy demasiado mayor para eso. ¡Claro! ¿Ahora sí que soy mayor, no? Eso me sienta muy mal pero no se lo digo porque no quiero hacerla enfadar. Ella se sienta en la mesa de su despacho con su ordenador y se pasa mucho tiempo allí. A veces, pero muy de vez en cuando, cuando me duele la tripa y no consigo dormirme, me coge de la mano, me sienta en la silla alta de la cocina y me prepara una manzanilla muy muy caliente. Después me la da a sorbitos muy pequeños y me lleva de nuevo a la cama. Me arropa y me da un beso en la frente de esos que tanto me gustan. Los besos de mamá son mágicos, abuela Te lo digo yo. Primero huelen un poquito a vainilla, y a fresa, pero de esas grandes y muy rojas. Y después son calentitos abuela. Los besos de mamá son calentitos y blandos y son lo mejor de todo el mundo.
Siempre me da un beso antes de dormir pero cuando me duele la tripa son aún mejores. Con un beso de esos se me pasa todo el dolor, abuela. Pero no se lo digo porque me gustan sus manzanillas, y que me siente en el taburete alto de la cocina.
Yo creo que mamá está demasiado cansada, abuela. Sabe hacer demasiadas cosas. Y es que todo le sale muy bien, pero creo que tiene que descansar un poco. He visto en la tele un sitio que parece muy bonito. Tiene piscinas y creo que te dan masajes y cosas de esas. Lo que pasa es que es un poco caro. Yo tengo en mi hucha diez euros y cincuenta y seis céntimos, abuela. Que los conté ayer. Son de lo que me dio el abuelo en mi cumpleaños del año pasado. Si lo hubiera sabido no me habría comprado esa bolsa tan grande de gominolas. Las había de todos los colores, abuela. Pero ya me las he comido y no las puedo ir a devolver. ¡Qué ricas estaban! Estoy seguro de que si se lo pido a papá, él me ayuda a conseguir lo que falta para que mamá se vaya unos días a relajarse. Y que le den muchos masajes. Pero tampoco muchos días, eh abuela, que si no la echamos de menos. ¿Te parece buena idea?
Mamá me ha contado todas las cosas que hacía ella cuando vivíais en el pueblo aquel al que me llevasteis cuando yo era muy pequeño. ¡Cuánto han cambiado las cosas! Me ha dicho que no hacía falta usar el coche porque el pueblo era muy chiquitito. Que se podía cruzar el pueblo de punta a punta caminando. ¡Madre mía abuela! ¿No os aburríais en un sitio tan pequeño? Y además, ¡sin tele! Vaya aburrimiento. Mamá me ha contado que se entretenía con cualquier cosa. También me ha dicho que eras de las personas más listas del pueblo, abuela. Si ya se lo digo yo a mis amigos. Que mi abuela es la mejor. Ellos a veces se enfadan porque dicen que las mejores son las suyas. Yo no discuto porque sé que tengo que portarme bien. Pero sé que están equivocados. Bueno, mamá me ha dicho que eras de las únicas mujeres que sabían leer. ¿Cómo hacían las demás las tareas del colegio? Yo no me imagino a mamá sin saber leer. Además tú fuiste muy buena con ella y ahorraste mucho para que pudiera irse a estudiar lejos. Igual que yo con el balneario, o como se llame. Mamá estudió en la Universidad, y gracias a eso, tía Marisa es mi madrina. Que sé  que mamá y ella se hicieron tan amigas allí. A veces me enfado un poquito contigo abuela, pero se me pasa en seguida. Porque si mamá no hubiese salido del pueblo, no trabajaría tanto. Pero tampoco habría conocido a papá y yo no habría nacido. Y entonces mamá no sería feliz, porque dice que yo soy lo mejor que le ha pasado nunca. Es muy bonito que me diga esas cosas.
Bueno abuela, tengo que dejarte porque mamá me llama para cenar. Tú llámala y le dices que no trabaje tanto, pero como si yo no hubiese hablado contigo. Y a ver si así se le quita la arruguita. O si no, que se haga un liftin de esos que quitan las arrugas a las famosas. Ya te avisaré cuando le diga a papá lo del balneario y verás lo relajadísima que va a volver, abuela.
Te quiero mucho mucho,
Mateo.
BLANCA HERNANDEZ ALCAZAR


Premio Poesía 2011


PREMIO DE POESIA
Segunda Persona Femenino Singular

Esteban Torres Sagra

WWW.ESTEBANTORRESSAGRA.BLOGSPOT.COM

 1º premio de poesía "VILLA DE VALDEMORO", 1.990  (Valdemoro ‑ Madrid)
 1º premio Poetas y Escritores Noveles de la Diputación Provincial, 1.993 (Jaén)
 1º premio “SAN JORGE” de la Casa de Aragón en Madrid, 1994  (Madrid)
 1º premio “CIUDAD DE ÓRGIVA” en el año 1.997 (Órgiva-Granada)
 1º premio provincial “EL OLIVO” en el año 2001 (Jaén)
 1º premio “UNIVERSIDAD POPULAR” 2006, Alcorcón (Madrid)
 1º premio  “ALDABA” 2008, Argamasilla de Alba (Ciudad Real)
 1º premio “TANATOCUENTOS” 2009, Madrid
 1º premio “PEPA CANTARERO” 2009, Baños de la Encina (Jaén)
 1º premio “PAN DE TRIGO” 2009, La Solana (Ciudad Real)
 1º premio “LA MAR DE VERSOS” 2010, Carboneras (Almería)
 1ºpremio “PALOMA NAVARRO”, 2011, Vilches (Jaén)
BIBLIOGRAFÍA:
           “Intimal "                            Oviedo, 1993.
           “Soliloquio a cinco bandas"     Jaén, 1994.
           “A la sombra de Creusa”         Jaén, 2003


Segunda Persona Femenino Singular


Y serás lo que tú quieras, mujer,
aguamanil tibio para manos quejumbrosas,
mármol bíblico donde escribir una liturgia
o vitrina permanente de trofeos
para hombres posesivos que presumen
de tu carne como otro semoviente.

Pensión completa para burguesías
de maridos que se hospedan y pagan
pernadas de asco y palizas sin sorteo,
esponja que se empapa de agonía
con tres generaciones simultáneas,
jarrón de porcelana sobre el piano,
rosa o espina, candelabro o camafeo,
mujer, lo que tú quieras,
actriz o maestra, espíritu renacentista
o fragua de escaleras hacia el numen,
parche en el ojo en tu versión pirata,
sustento de los cúbitos de un ángel,
piedra donde reposa el cimiento de una iglesia,
vid que halaguen racimos de nepente
con el dulzor antiguo del azúcar,
fuego que abrase signos de violencia
o magma si pretendes dedicar
con bruñidos metales delicados
una cuna perenne a la esperanza,
ahogar la incontinencia de un verdugo
o blindar con magnetita una creencia.
Y los gritos de todas la mujeres
que no pudieron ser lo que querían
se harán árboles de placenta en tus zaguanes,
se vestirán de voces los cipreses
que custodian pretorianos la avenida
y las ingles del viento untarán de vida
las gargantas mudas del oprobio
a un sólo movimiento de tus labios,
porque mereces que acallen los arcanos
todas las penurias con sus panes,

todos los quejidos de la historia
derramados por mujeres en la acera,
el plasma recluido en damajuanas,     
las cenizas esparcidas en silencio
sobre puños manchados por vergüenza.
En ti se reencarna la injusticia
que los siglos derramaron en tu género
a base de opresión y de ignorancia,
gracias a las leyes patriarcales
perpetuadas desde los umbrales de la cueva
hasta bien asentado el siglo veinte,
en nombre de absurdas credenciales
que te desacreditan en sus códigos,
al amparo de frecuentes omisiones,
contando con la música del arpa
que edulcora con lisonjas tus oídos
para que no escuches sus afrentas
y te creas protegida frente a aquellos
que pisotean tus derechos ancestrales.

Y serás lo que tu quieras, solamente,
sin protección de cáusticos sicarios,
sin directrices de látigos crujientes
que procuran tu bien sin consultar
las preferencias que dicta tu albedrío,
despojada ya de servilismos y contratos
firmados por otros en tu nombre,

sin débitos morales que lastren
la trayectoria impoluta de tus pasos
buscando la utopía del horizonte,
tras los rastros que deja el arco iris,
o en intríngulis de leyes y juzgados,
porque nadie garantiza que sea fácil
volver a sincronizarse con la vida,
aprobar oposiciones entre iguales,
resarcirse del dolor de una salida,
romper el corazón a un ser querido
aunque no se revuelva amenazante
y te obligue a emborracharte de vitriolo,  
con garantía básica si yerras
a que puedas levantarte del mandoble
y empezar de nuevo la partida
o quedarte acurrucada contra el suelo
riéndote, sin más, de la caída,
sin dedos que señalen tu fracaso
y lo achaquen al nombre de tu género.

Serás lo que tú quieras, mujer, pedestal o cortina,
balaustre o cimiento, columna o cariátide,
puerta o esquina, desván o claraboya,
en este edificio nuevo que estamos construyendo.


ESTEBAN TORRES SAGRA