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lunes, 15 de junio de 2009

Galardonados en el III Certamen

MUJER
Juan Olivares González
Navas de San Juan.



Brisa fulgor serena
necesaria presencia
verdad irrenunciable
que lates al unísono
de cada corazón.

Madre bendita tierra
fecunda apasionada
coraza contra todos
los más fieros embates
que presagia la noche.

Hija dulce promesa
pájaro hierba río
paraíso constante
delicado cristal
reflejo de uno mismo.

Niña limpia mirada
que ilumina los días
caracola infinita
nube rosa ventana
que se asoma a la vida.

Árbol fuerza deseo
de profundas raíces
amor gozosa entrega
que nada pide a cambio
voluntad compartida.

De venerables surcos
ha sembrado la edad
tu piel y tu sonrisa
y ha bañado de plata tu pelo
y ha fijado tu alma de niña.

Sutilmente halagada
brutalmente agredida
carne objeto silencio
sangrante hasta la muerte
vejada sometida.

Quien te hizo mujer
nunca te quiso esclava
te llamó libertad
paz aroma jardín
manantial de agua clara.

y te llamó dolor
piedra angular montaña
que sostienes el mundo
sobre tus poderosas
y frágiles espaldas.

Pregúntale a los dioses
quién te ha dado el aliento
la garra y el espíritu
de la luna de mayo
quién te hizo voz y tiempo.

Ni el rumor de las olas
ni el sonido del viento
o la música lenta
de la lluvia callada
te hablarán de tus sueños.

Busca dentro de ti
árbol nube montaña
manantial fulgor fuerza
paz aroma jardín
y hallarás la respuesta.





1º PREMIO DE RELATO
PEDRO MARTINEZ GARCIA
CANENA -JAEN

La osadía era un término que le definiría. Su voluntad primaba sobre las convenciones. Pasando por encima de las barreras familiares, sociales e incluso de algunas reglas eclesiásticas ingresó en el seminario para ser sacerdote. Su imagen concordaba con la del sonriente rostro que manifiesta el gozo de la llamada de Dios; muchachos que sienten en el corazón la llamada del Señor y a los cuales se atiende y cuida con doble formación fisica-­intelectual y moral para prepararlos como dignos ministros del Altísimo.

Eran tiempos de apertura: nuevos embajadores en Madrid, el refrescante color del cinemascope, los primeros coches de fabricación nacional rodaban por las carreteras y la fuma del concordato con el Vaticano. Pensó que era el momento para poner en práctica su plan: desde el púlpito podría aportar su granito de arena en pro de la justicia con la fuerza del mensaje evangélico. Otros buscaron otras vías. Acertó; el seminario era un semillero de nuevos tiempos, de nuevos idealismos para una nueva sociedad que quería olvidar la palabra cruzada Y la hipocresía de las palabras: " ni misas, ni mujeres, ni vino".

Se ordenó sacerdote en la catedral de Jaén con todo el boato y ceremonial correspondiente y rogó con fervor cumplir con honestidad la tarea que se había encomendado por encima de todo. Con emoción contenida abrió el sobre con su primer destino: Canena; Parroquia de la Inmaculada Concepción.

Desde la ventanilla del seiscientos que le trajo al pueblo pudo contemplar por primera vez la imagen amable de un pequeño pueblo de casitas blancas arracimadas alrededor de un imponente castillo de Pétrea solidez que dominaba el conjunto. Era verano y hacía un calor insoportable. Pronto acudieron al coche grupos de niños y niñas de vestimentas más bien harapientas y sucios a los que no acertó a clasificar si como pobres o abandonados de la mano de Dios.

-¡El cura! ¡Ha llegado el cura nuevo!

Tampoco tardaron en salir a recibirle el Alcalde y algunas beatas que le pidieron su primera bendición.

Por calles tortuosas y mal empedradas le guiaron hasta la que seria su casa, junto a la iglesia. Satisfechas las primeras curiosidades le dejaron descansar. Desabotonó su sotana que le oprimía en demasía el pecho y se quitó el alzacuello empapado en sudor. A pesar del calor y la inquietud inicial pudo más el cansancio y se echó en su catre para descansar. .

En pocos días se le había presentado medio pueblo y era reconocido por el otro medio. Pronto tuvo una cohorte de monaguillos, hijos todos de muy buenas familias. Aunque desde el primer día estuvo invitado en muchas casas rechazó amablemente todas las proposiciones, creyó fundamental mantenerse independiente, no atarse a nadie para poder servir a todos. Ni siquiera por deferencia aceptó las buenas viandas de la mesa del Alcalde y por ello recibió, sin percatarse, las primeras críticas.

El primer día que vistió la casulla, la estola, el cíngulo... sintió la "emoción y los nervios del principiante, del viajero ante una nueva aventura pero a la vez el aplomo y la seguridad del que tiene muy claros sus fines. Cuando apareció ante el altar acompañadopor sus monaguillos, los fieles hicieron un silencio expectante para saludar su presencia y recibir sus primeras palabras. i Y a fe que sus palabras fueron .bien escuchadas! Desde el saludo basta su despedida fue analizado y desmenuzado para ver o entrever, entender o sobrentender el alcance de sus palabras tan distintas y distantes de las del último sermón, pronunciado por D. Antonio el día de su despedida.. Los bares, las tiendas y las calles, con sus tertulias espontáneas de vecinas al barrer sus puertas, se hicieron eco de ellas: Demasiado joven. Demasiado ingenuo e idealista- Demasiado fino. No comprenderá a este pueblo. Tendrá problemas. No le dejarán hacer. Se tendrá que marchar.

Desde su llegada fue observado desde multitud de ángulos. Vestimenta,
modales, salidas, entradas, compañías, gestos, ademanes, compras, corre… con asombro se recibió la noticia de la llegada de una gran caja, toda precintada, a su nombre. Después de muchas especulaciones se supo que su contenido era peligroso: cientos de libros.

Un gran lector. Frugal en las comidas, Sencillo en el vestir. Dulce y amable en el trato. Demasiado dulce según algunos. A escondidas de los hombres las mujeres comentaban la belleza de su rostro y la limpieza de su cutis. Un ángel.

Igualmente, enseguida supo él de virtudes y defectos de sus feligreses. Sobre ellos quería actuar, y no sólo de palabra. Adivinó las carencias de cada hogar necesitado, pero sin distinguir entre devotos o ajenos a la iglesia. Procuró ayudarles procurándoles desde alimentos hasta trabajo; alentó, colaboró, alegró, se compadeció, compartió lo poco que tenía con los más pobres. Para ellos pidió, imploró, exigió y denunció siguiendo el evangelio.'A nadie fue indiferente.

Lector impenitente y voraz tenía en los evangelios y en las encíclicas y pastorales las columnas de su fe y de su fuerza para actuar. Desde el púlpito de madera sostenido sobre una columna a la izquierda de los fieles que miraban al altar, se desgañitaba y enrojecía repitiendo con vehemencia palabras aprendidas y meditadas que retrataban la realidad que estaban viviendo: "El pan nuestro de cada día". "No tan sólo la justicia y la caridad cristiana sino la misma humanidad pide y exige que se atiendan los clamores de los que piden con angustia un pedazo de pan". "La iglesia no quiere ser cómplice de una gran injusticia".

Los sermones causaban su efecto: en unos disgusto, en otros propósito de enmienda, y en muchos otros satisfacción porque pensaban que ya era hora de que alguien estuviera comprometido a su lado.

Pronto dejó el Alcalde de frecuentar la iglesia y las procesiones dejaron de tener
tanto brillo; la procesión iba por dentro después del sermón en los días señalados. Aunque el cura acompañaba, sus palabras aguaban la fiesta. Un coro de señalados hicieron causa común con el Alcalde y los bancos de los fieles se fueron despoblando. . Empezaron a buscarle los pies al gato.

Durante las confesiones notaron que el cura se ponía muy nervioso,: sobre todo con los hombres, lo que no dejaba de ser algo singular. Había fechas señaladas, tal que ciclos lunares, en que detectaban cierta palidez y gestos de fastidio o dolor en su párroco sin encontrarle causa aparente. Una vez que enfermó y tuvo que guardar cama durante varios días se le envió al médico para que le reconociera, no por su voluntad, y éste salió lívido, como si hubiera auscultado al mismísimo diablo. A todo ello se unía la carita tierna, las manos delicadas, la voz feble sólo alterada en las homilías y ciertos ademanes que levantaban no pocas suspicacias.

Pero con la salud, volvían las prédicas tonantes adobadas por la fuerza de su mirada inquisitiva y sus gestos, sorprendentemente agresivos en esos momentos, casi amenazantes: " No basta con que se reconozca que los gobiernos están para la felicidad de los pueblos y no para su engaño y explotación, hay que demostrarlo con hechos: escuelas, hospitales, trabajo.--" "Qué hacen los poderosos que tienen la obligación de poner sus riquezas en marcha, qe distribuir equitativamente la renta y dinero en proporción al trabajo de los hombres"

Considerando que el joven cura había traspasado la línea de lo que podían soportar y presintiendo que detrás de esa figura de querubín se ocultaba algún secreto, decidieron espiarle. Las pesquisas pronto dieron resultado.

El día 15 de Agosto de 1958, estando abarrotada la parroquia, ese día sí que estaba el Alcalde y su camarilla, dos hombres de pantalón negro y camisa azul, con correas de cuero y la hebilla dorada del cinturón con el yugo y las. flechas, entraron. acompañados del médico en medio de la ceremonia y detuvieron, ante el estupor del público, a Don José, bajándolo de malos modos del púlpito y haciéndole desaparecer por el altar mayor hacia la sacristía.

En pocos minutos, antes de que la tensión estallara, un camisa azul comunicó
escuetamente: Caneneros, D. José no es D. José sino Josefina. Josefa Díaz Barrios acaba de ser arrestada para responder de graves cargos por atentar contra la sagrada.
institución de la Iglesia
y el orden público

Pasada la conmoción, todo volvió a ser como antes.






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